martes, 14 de octubre de 2008

...un océano, un planeta aparte...

Durante los 60 y los 70 había tres formas de conocer África. Una: pagándose un viajecito, lo que seguramente solo serviría para conocer la costa o las reservas de animales. Dos: Suscribirse a Nacional Greographic o derivados para conocer la cultura de los Massai o si acaso el periodo de celo de la cebra keniata y tres leyendo a Ryszard Kapuściński.

Kapuściński fue durante estos años corresponsal de la Agencia Prensa Polaca (PAP) allí donde el blanco solo pensaba en negros en cueros lanzando lanzas a leones (además de en Asia y Latinoamérica). Como corresponsal en el continente negro vivió el final de la era colonial, los golpes de estado y guerras que asolaron África en esa época. Fue apaleado en el Congo y condenado a muerte solo por ser blanco (Preguntan quién es el culpable de que no haya ayuda. Si ésta no llega, el Estado Mayor se verá obligado a entregaros como culpables en manos de los gendarmes. Así podremos calmar los ánimos por algún tiempo. ), rociado de benzol para quemarle vivo en Lagos (Nigeria), sufrió de malaria, conoció a los más influyentes líderes panafricanos de aquellos años y sobre todo ha sido uno de los más grandes y mejores reporteros de los últimos años.

Además de un brillante periodista y escritor, fue un gran humanista. En su intento de informar siempre intentaba acercarse al pobre, huía de los hoteles, de los caminos tradicionales de información, era un blanco más en un mundo de pobreza donde los negros aún temían al hombre de piel clara. Para mi una de las características del reportero es la empatía, esa habilidad de sentirse inmediatamente como uno de la familia. Compartir los dolores, los problemas, los sufrimientos, las alegrías de la gente, que de inmediato reconocen si él está realmente entre ellos o si es un pasajero que vino, miró alrededor y se fue. Kapuściński murió en 2007 victima de una larga enfermedad. Tal y como escribió Ignacio Ramonet Para los que nos dedicamos a esto del periodismo escrito, Kapuscinski resulta un indiscutible maestro. Más: un modelo. Ante todo porque sus reportajes nos recuerdan siempre que, en la base de este oficio imposible, está la escritura, la calidad del estilo, la creatividad narrativa. Lo que nos seduce en sus textos -hoy reunidos en libros como La guerra del fútbol, Emperador, Sha, Imperio o Ébano- es esa capacidad suya a dar a entender al lector toda una complicada situación política, en un país lejano, mediante la descripción de sus experiencias personales, en situaciones casi banales. Su capacidad de sugerencia es tal que escenas que no parecen tener una relación directa con la problemática política acaban siendo mucho más útiles al lector porque le ayudan a comprender la atmósfera de una crisis.


Kapuściński (el blanco) junto a guerrileros africanos


"Para ejercer el periodismo ante todo hay que ser buena persona"

Mi idilio con el polaco comenzó hace solo unos meses. Por motivo de estudios llegó a mis manos Los cínicos no sirven para este oficio, una colección de entrevistas y coloquios realizados en Italia, con el escritor como protagonista. Lectura sencilla, rápida, amena y muy instructiva. Nos ofrece una lectura del periodista siempre tan idílica que nunca pensabas que hubiese existido, ese ser preocupado por lo que le rodea (sea de donde sea) y no un cínico preocupado por sí mismo o sus jefes o sus lectores. Y ese periodista idílico se personificó en Ryszard Kapuściński.

Yo, que siempre he querido saber más de todo lo que me interesa; no dudé ni un instante en conocer a la persona y al trabajo que este realizó. Deboré Ébano, una preciosa crónica de la África post-colonialismo, de sus guerras, de las dificultades del periodista, del benerado Blanco, de la historia política de muchos conflictos, pero ante todo es una historía autobiográfica. La historia de un amante del continente, de un hombre que vive esas situaciones; que en cierto modo huye de esa postal típica de África con sus leones y sus gacelas y que busca el conflicto, la miseria y la muerte porque a fin de cuentas África salvo por el nombre geográfico, no existe. Es un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria.

Hace unos días comenzé a leer La Guerra del Fútbol… una colección de reportajes, crónicas y vivencias. El título del libro viene de las luchas y saqueos entre Honduras y El Salvador, cuyo motivo fueron una serie de partidos de fútbol entre amabs selecciones nacionales. Tan brillante como los otros dos libros, o quizás más. Es sorprendente como mezcla el reportaje con la autobiografía. Una maestría al alcance de muy pocos.

Aquí en Euskadi, en la UPV siempre hemos venerado a Jon Sistiaga, brillante cronista de guerra que fue secuestrado durante 5 días en Kosovo. También hemos vivido a Pérez Reverte, incluso a personas anónimas que pasan a la historia por dar sus vidas, como Ricardo Ortega, Couso o Anguita de El Mundo. Pero desde el momento que lees y “conoces” a Kapuściński, la sensación que te da el resto es la de unos cínicos, unos periodistas que hacen su trabajo como pueden estar escribiendo libros de historia o haciendo reportajes de “sociedad”. Con Kapuściński es distinto, él lo hacía porque debía y era su vida: la de los más desfavorecidos; [...] el visado, la aduana, el taxi, las calles, las casas, la gente, el hotel, la llave, la habitación, la falta de aire, la sed, el ser diferente, el ser un extraño, la enajenación, la soledad, la espera, el cansancio, la vida.

Este es el libro que dedicó a mi persona

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